Luis Rojas Santillán
Docente de la escuela de administración
luisrojas@unc.edu.pe
Docente de la escuela de administración
luisrojas@unc.edu.pe
Con ciertos retrasos e inconvenientes estamos “publicando” el segundo número de nuestro boletín “Aprendiendo a administrar”, que como ya manifestamos en la primera edición, es un intento por difundir en nuestra Escuela, los conocimientos que día a día vamos adquiriendo en el proceso de aprender que, precisamente, representa una constante preocupación, por ser crítico para el éxito organizacional, más aún tratándose del ámbito académico.
Un proceso de aprendizaje requiere de varios componentes y entre ellos la parte actitudinal juega un papel preponderante e insustituible: aprende el que quiere hacerlo, se desarrolla quien en base a su voluntad se propone emprender ese camino. Un proceso de aprendizaje y de desarrollo, si es organizacional, requiere aún más: la combinación sinérgica de sus integrantes, en ese sentido, concluimos que se trata de voluntad para aprender y desarrollarse pero en equipo, en un trabajo conjunto fortalecido por objetivos comunes, liderazgos, comunicación, buena voluntad… actitudes.
Será por eso que los procesos de desarrollo organizacional se hacen tan difíciles, porque requieren del cambio de actitudes y comportamientos de sus integrantes. La Escuela de Administración no es ajena a esto y necesita cada vez con más urgencia, que ese ansiado proceso de cambio y mejora empiece. Quienes la conocemos desde sus inicios, vemos con satisfacción que ha ido caminando cuesta arriba, pero que no basta eso para alcanzar los niveles que hoy exige el mercado. El desarrollo y crecimiento de nuestra organización debe ser planificado a largo plazo enfocándose en la mejora de procesos, actitud proactiva y el componente volitivo básico, sin el que ningún cambio será posible.
Las actitudes y comportamientos juegan, entonces, un papel fundamental; la pregunta que debemos hacernos todos es: ¿estamos colaborando individualmente para aportar a ese ingrediente básico?, ¿nuestro comportamiento actual es el que un proceso de aprendizaje organizacional requiere?, ¿nuestros comentarios y expresiones pueden alentar la integración y comunicación? Si la respuesta a por lo menos una de esas interrogantes es negativa, hay claros indicios que no estamos aportando significativamente a nuestro propio crecimiento y desarrollo.
Hace unos días, con ocasión del CONEA en la ciudad de Trujillo, un entusiasta y muy reducido grupo de alumnos consiguió la sede del evento para el año 2009, situación que podría ser un punto de partida para la conformación de ese equipo que tanto requiere nuestra organización para no detenerse en su camino al desarrollo y la consolidación. Es un peldaño, una situación que bien aprovechada puede ser la causa de mejores efectos. Pero empecemos ya con el componente primordial: el cambio de actitudes y comportamientos.
Los últimos años, estos temas están siendo abordados en el mundo académico y empresarial debido al boom de la gestión por competencias, cuya premisa es que la excelencia, la diferenciación, la calidad que una organización pueda brindar, nace en lo que sus integrantes puedan hacer en base a sus actitudes y comportamientos.
Hemos repetido muchos esas dos palabras a lo largo del presente artículo, pretendemos con eso incitar a la reflexión al respecto, porque ningún cambio que busque la mejora ha tenido éxito sin que esos dos componentes personales se refuercen positivamente: actitudes y comportamientos.
Un proceso de aprendizaje requiere de varios componentes y entre ellos la parte actitudinal juega un papel preponderante e insustituible: aprende el que quiere hacerlo, se desarrolla quien en base a su voluntad se propone emprender ese camino. Un proceso de aprendizaje y de desarrollo, si es organizacional, requiere aún más: la combinación sinérgica de sus integrantes, en ese sentido, concluimos que se trata de voluntad para aprender y desarrollarse pero en equipo, en un trabajo conjunto fortalecido por objetivos comunes, liderazgos, comunicación, buena voluntad… actitudes.
Será por eso que los procesos de desarrollo organizacional se hacen tan difíciles, porque requieren del cambio de actitudes y comportamientos de sus integrantes. La Escuela de Administración no es ajena a esto y necesita cada vez con más urgencia, que ese ansiado proceso de cambio y mejora empiece. Quienes la conocemos desde sus inicios, vemos con satisfacción que ha ido caminando cuesta arriba, pero que no basta eso para alcanzar los niveles que hoy exige el mercado. El desarrollo y crecimiento de nuestra organización debe ser planificado a largo plazo enfocándose en la mejora de procesos, actitud proactiva y el componente volitivo básico, sin el que ningún cambio será posible.
Las actitudes y comportamientos juegan, entonces, un papel fundamental; la pregunta que debemos hacernos todos es: ¿estamos colaborando individualmente para aportar a ese ingrediente básico?, ¿nuestro comportamiento actual es el que un proceso de aprendizaje organizacional requiere?, ¿nuestros comentarios y expresiones pueden alentar la integración y comunicación? Si la respuesta a por lo menos una de esas interrogantes es negativa, hay claros indicios que no estamos aportando significativamente a nuestro propio crecimiento y desarrollo.
Hace unos días, con ocasión del CONEA en la ciudad de Trujillo, un entusiasta y muy reducido grupo de alumnos consiguió la sede del evento para el año 2009, situación que podría ser un punto de partida para la conformación de ese equipo que tanto requiere nuestra organización para no detenerse en su camino al desarrollo y la consolidación. Es un peldaño, una situación que bien aprovechada puede ser la causa de mejores efectos. Pero empecemos ya con el componente primordial: el cambio de actitudes y comportamientos.
Los últimos años, estos temas están siendo abordados en el mundo académico y empresarial debido al boom de la gestión por competencias, cuya premisa es que la excelencia, la diferenciación, la calidad que una organización pueda brindar, nace en lo que sus integrantes puedan hacer en base a sus actitudes y comportamientos.
Hemos repetido muchos esas dos palabras a lo largo del presente artículo, pretendemos con eso incitar a la reflexión al respecto, porque ningún cambio que busque la mejora ha tenido éxito sin que esos dos componentes personales se refuercen positivamente: actitudes y comportamientos.